Que un día cruce la frontera
a la ciudad que me puso en pie
en un camino al amparo de la oscuridad
me trajo hasta ti, cruz del bien.
Y que cada palabra que logrado decirte a ti
cuando dentro de esta habitación de silencios
nos envuelve en un portal de sombras
que terminan con la luz de la mañana,
al amparo de este nuevo lenguaje de piedras
inamovibles, pesadas, que llenan el espacio perdido
la distancia entre tu mano y una sonrisa
La realidad y el tiempo perdido
ciudad de la lentiud con la que las horas pasan
y que cada minuto en que he permanecido aquí
desearía que estuvieras conmigo,
no en la nube espesa por la que cruzas pasajes desconocidos
y ventanas que te distraen de esta realidad tomada
que secuestra nuestras horas, tu cuerpo y mi paciencia.
Y en cada silencio,
cuando nos atrapa esta ciudad
a veces confundimos alegrías con rutinas
quien diría, vida mía, que encontraríamos el momento
de preguntarnos sin remedio
¿Eres feliz?
¿O ya cruzamos otra frontera?
Respondeme,
que cada frontera cruzada ,
palabra dicha,
y minuto vivido
nos hicieron desconfiados del otro
hasta el punto de sentir de repente
ignorantes, a pesar de saberlo todo.