A mi padre:
Mi maestro se olvidó de mi un día. Y en el olvido me dejo partir lejos de él. Ofuscado, corrí para escapar del dolor de su ausencia, de la falta de un mentor. Y cuando me di cuenta, su olvido nunca fue otra cosa que una lección más: "aprende a aprender sin mi".
Bajamos al infierno juntos. Y en las llamas ardientes que nos quemaban los pies lo vi caminar con una luz que apagaba fuegos a su paso. Entonces entendí que solo en el infierno podemos sentir la fuerza de la divinidad. Es el peor espejo, el que desnuda el alma y solo queda luz u oscuridad. Me enseñaste a "ser fiel a ti mismo, rezar y ser luz para otros"
Crecí pensando que las carencias nos hacían infelices. Esos días donde el pan no alcanzaba y el orgullo era tu único alimento. Mientras buscabas respuestas, me refugie en mi yo, encontré las letras para pensar en mundos, para no pensar en este. Entre más faltaba, menos esperanzas me acompañaban cuando niño. Pero me mostraste como sacar fuerza y adaptarme. Como "ser resilente, seguir, sacar la casta" Hacer mucho con poco, porque al final es poco lo que necesitamos.
No dejaré de aprender de ti nunca. Porque hasta para ser maestro eres extraordinario: sin darme lecciones me enseñas a ser un mejor hombre.
